Las rabietas —o berrinches— son una de las manifestaciones más intensas de la infancia. Llanto, gritos, enojo, tirar cosas, tirarse al piso… Todo eso que a veces nos toma por sorpresa, nos agota o nos hace sentir que estamos “haciendo algo mal” como padres. Pero no: las rabietas no son un error del niño ni un fracaso del adulto. Son parte normal del desarrollo emocional.
Y aunque no se pueden evitar por completo (ni es la meta), sí se pueden acompañar de forma respetuosa y amorosa, ayudando al niño a entender sus emociones y a desarrollar recursos para gestionarlas.
En este artículo, vas a aprender por qué ocurren las rabietas, qué hacer (y qué no) cuando suceden, y cómo convertir esos momentos difíciles en oportunidades de vínculo y aprendizaje emocional.
¿Qué es una rabieta?
Es una respuesta emocional intensa, muchas veces desbordada, ante una situación que el niño no puede controlar, entender o aceptar. Las rabietas son más frecuentes entre los 1 y 5 años porque:
- Su cerebro emocional domina sobre el racional
- No saben expresar bien lo que sienten
- Tienen baja tolerancia a la frustración
- Necesitan límites pero aún no pueden aceptarlos fácilmente
- Están aprendiendo a autorregularse (y eso lleva tiempo)
No son manipulaciones ni malcriadeces. Son explosiones emocionales propias de la etapa.
¿Qué provoca una rabieta?
- Negarse a algo que desean (“no más galletitas”)
- No poder hacer algo solos
- Cambios repentinos de actividad (“hay que irse”)
- Hambre, sueño o sobreestimulación
- Frustración por no poder comunicar lo que sienten
- Sensación de pérdida de control
Muchas veces, lo que las activa no es lo más importante, sino cómo se sienten internamente.
Qué no hacer durante una rabieta
❌ Gritar o amenazar (“¡Basta o te vas al cuarto!”)
❌ Ridiculizar (“Qué escándalo por tan poco”)
❌ Ignorar de forma fría (“Cuando te calmes, hablás”)
❌ Ceder automáticamente para que pare (“Bueno, tomá la galleta”)
❌ Castigar por sentir (“Así no vas a lograr nada”)
❌ Pedir que “se controle” cuando no puede
Estas reacciones no enseñan a regularse, solo a reprimir, temer o evitar expresar.
Qué sí hacer: acompañar desde la calma y el vínculo
1. Mantené la calma (aunque cueste)
El niño necesita que tu regulación lo contenga, no que tu desborde lo desestabilice más.
Podés recordarte:
- “No es personal, es una emoción que no sabe manejar”
- “Ahora necesita mi presencia, no mi enojo”
- “Soy su refugio, no su juez”
Si estás muy alterado, tomá una pausa breve antes de responder.
2. Validá la emoción (aunque no justifiques la conducta)
- “Entiendo que estés enojado”
- “Querías seguir jugando y no pudiste”
- “Frustra cuando no sale como querías”
Validar no es lo mismo que permitir cualquier cosa. Es decir: “Te entiendo, pero igual te voy a cuidar con este límite.”
3. Establecé un límite claro con respeto
- “No te voy a dejar pegar”
- “No puedo dejar que tires cosas”
- “Sí podés gritar, pero no en mi cara. Te escucho igual.”
Los límites no cortan la emoción, la encauzan.
4. Quedate cerca
Aunque no quiera que lo abraces, que sepa que no lo estás abandonando.
Podés decir:
- “Estoy acá si me necesitás”
- “Cuando estés listo, hablamos”
- “Te acompaño hasta que se pase”
Tu presencia es lo que más lo calma, aunque en el momento parezca que no.
Qué hacer después de la rabieta
- No uses sermones ni lo hagas sentir culpable
- Abrazalo si quiere, o dejá que se acerque solo
- Poné palabras a lo que pasó:
- “Tu cuerpo estaba muy enojado”
- “No sabías cómo decirlo y explotaste”
- “Eso que sentiste se llama frustración”
- Ofrecé una alternativa para la próxima vez:
- “Podés pedir ayuda en vez de gritar”
- “Podés respirar conmigo cuando te sientas así”
Cada rabieta es una oportunidad para aprender algo nuevo.
Frases que ayudan durante una rabieta
- “Estoy con vos, aunque estés enojado”
- “No me gusta lo que hiciste, pero entiendo por qué pasó”
- “Vamos a respirar juntos”
- “Podés llorar, yo te sostengo”
- “Cuando te calmes, seguimos hablando”
Qué enseñan las rabietas (si las acompañás bien)
- Que las emociones no son peligrosas
- Que hay formas sanas de expresarse
- Que no necesita esconder lo que siente
- Que puede equivocarse y aún así ser querido
- Que los adultos están ahí, incluso en sus peores momentos
Criar con respeto es estar incluso cuando más cuesta.
¿Y si las rabietas son muy frecuentes o intensas?
Es parte del desarrollo, pero consultá si:
- Hay conductas muy agresivas o autolesiones
- Se repiten más de 3 o 4 veces por día, todos los días
- Impiden la vida cotidiana o las relaciones
- Aparecen con regresiones importantes
Un profesional (psicólogo infantil, pediatra) puede ayudarte a observar lo que está detrás y acompañar mejor.
Acompañar una rabieta es mostrar amor incondicional
En los gritos, en el llanto, en el enojo… ahí también te necesita. Tal vez más que nunca. Porque en ese caos, está aprendiendo a conocerse, a nombrar lo que siente, a descubrir qué hacer con tanta emoción.
Y vos, con tu calma, tu mirada y tu abrazo (incluso cuando todo arde), sos el ancla que lo ayuda a volver a su centro.
Criar con respeto no es que no haya rabietas. Es que haya compañía cuando las hay.